El Secretario General de la FSM habló en una concentración de inmigrantes económicos procedentes de la India en el área de Koropi, Atenas. Hizo referencia, entre otros temas, a la cultura, la religión, las tradiciones y la historia de cada pueblo. Entre otras cosas señaló:
“El Estado no puede plantear ninguna obligación respecto a la religión. Por el contrario, cada uno debe ser libre de ejercer la religión que quiera o no aceptar ninguna. No se debe permitir la discriminación contra la población civil por sus creencias religiosas. Todos deberían tener la posibilidad de construir templos, mezquitas u otros lugares religiosos, para cumplir con sus tradiciones religiosas.
La FSM es absolutamente clara en esta posición.
Sin embargo, los trabajadores de a pie, debemos tener en cuenta lo siguiente: Los capitalistas tienen un único dios al adoran. Se trata de los beneficios. Cuanto mayores mejor. Cuanto más ganan, más despiadados se vuelven. Este dios los une y los divide. En base a la obediencia a este dios, construyen sus propios partidos políticos, organizan sus medios de represión, preparan operaciones militares, provocan baños de sangre a poblaciones enteras y atacan los derechos laborales de todas las maneras posibles.
La FSM se dirige a todos los trabajadores del mundo que son víctimas de los monopolios y el imperialismo y que viven en el país en que nacieron o en otros. Se dirige a todas aquellas personas que viven en constante ansiedad por el futuro de su familia y el suyo propio. Puede que todos creamos en religiones diferentes, o en ninguna; puede que tengamos distinto color de piel, o que hablemos un idioma diferente. Tenemos diferentes celebraciones, música y bailes; diferentes son los tipos de alimentos que comemos. Estas diferencias hacen nuestro mundo interesante y bello. Las tradiciones y las costumbres son nuestra herencia. La música de todos los pueblos se incorpora al trabajo, las luchas, la precariedad, los sueños de cada uno y de cada pueblo, como lo hacen todas las artes populares. La libertad de cada pueblo para preservar sus tradiciones es muy importante. Es importante tener la libertad de enseñar a sus hijos su idioma, su historia y sus costumbres. No importa el país en el que se resida, éste debería ser un derecho incuestionable.
La Federación Sindical Mundial respeta la cultura de cada pueblo. Es el patrimonio cultural de todos nosotros.
Sin embargo, cada vez que la familia obrera se reúne alrededor de la mesa, no importa de qué parte del planeta son, todos tienen como tema de conversación común el trabajo diario, la inseguridad hacia el futuro, la despiadada explotación diaria, las privaciones, la injusticia, los accidentes y enfermedades ocupacionales, los sueños y las necesidades que les son retiradas por los capitalistas.
En este caso, todos los que compartimos las mismas necesidades y el mismo enemigo, ¿es posible que nos consideremos los unos a los otros como algo diferente? ¿Podemos aceptar la división por el color de nuestra piel, la religión en la que creemos o si somos inmigrantes o no, si trabajamos en el mismo sector o en otro, para el mismo capitalista o para otro?
Los trabajadores no pueden aceptar este tipo de división entre ellos. El proletariado internacional debe dejar de lado las divisiones y encontrar las soluciones reales a sus problemas únicamente mediante la unidad de clase, la concordia y el respeto mutuo de la cultura de cada pueblo.
Sabemos muy bien, de hecho, que no podemos darnos el lujo de soportar las cargas de esta vida, de tener paciencia y guardar silencio para orar en secreto por un mundo mejor en la otra vida.
En este mundo estamos viviendo hoy en día y tenemos la obligación de luchar combativamente por un mundo mejor para nosotros hoy y para nuestros hijos y nietos mañana. Nuestro espíritu y nuestra fuerza deben ser utilizados para intentar organizarnos en todos los países del mundo y exigir nuestros derechos y nuestras necesidades actuales contra las tramas y la política de los monopolios transnacionales.
La mayoría de nosotros que estamos aquí hoy creemos que nuestro cielo e infierno están aquí, en este mundo en el que vivimos hoy, en esta vida que estamos viviendo ahora. No hay que esperar con resignación a vivir una vida mejor en una otra vida. Vamos a luchar ahora, aquí y ahora para derrotar a los demonios del capitalismo y para construir un lugar mejor, sin injusticia, sin racismo, sin pobreza, sin guerras, sin hambre, sin mortalidad infantil. Un mundo sin explotación del hombre por el hombre. “